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Flexibilidad, productividad y reglas claras: lecciones desde EEUU

Sergio Lehmann Economista jefe de Banco Bci

Por: Sergio Lehmann | Publicado: Miércoles 8 de mayo de 2024 a las 04:00 hrs.
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Sergio Lehmann

La dinámica económica de EEUU ha sorprendido como pocas veces. Hace un año se proyectaba una recesión para 2024, frente al alza de tasas aplicada por la Fed para controlar la inflación. Hace tres meses, frente a las mejores cifras que se veían, el consenso apuntaba a que la economía norteamericana tendría un aterrizaje suave; esto es, una desaceleración gradual, no traumática.

Hoy predomina la visión de que lisa y llanamente no habrá aterrizaje, sino más bien una llegada gradual hacia su potencial de crecimiento, estimado en torno a 2%. Se reconoce un conjunto de factores que le dan a la economía estadounidense una capacidad de adaptación como pocas en el mundo. Como bien sabemos, a pesar de las tasas de interés marcadamente contractivas, la reducción de la inflación ha sido más gradual de lo previsto, pero ese camino ha sido sin mayores traumas.

“En Chile, lamentablemente, hemos ido restando flexibilidad a la economía, lo que se suma a una productividad estancada y una institucionalidad que dificulta iniciar nuevos proyectos de inversión”.

Detrás del buen dinamismo de la economía norteamericana, a pesar de los augurios pesimistas de un año atrás, se plantean diversas hipótesis, aunque es probable que la respuesta final sea una combinación de todas ellas.

La primera señala que la productividad está siendo mayor a la anticipada. ¿Serán estos los primeros efectos de la inteligencia artificial? Es aún prematuro tener un juicio bien fundado sobre el origen de esta mayor productividad, aunque no es descartable que la automatización y el uso de herramientas tecnológicas sofisticadas estén dando ya un impulso a la economía, especialmente en el sector servicios.

Una segunda hipótesis, menos benigna, se asocia a un gasto público que no cede, lo que si bien se traduce en mayor actividad, presiona las cuentas públicas que ya se muestran suficientemente tensionadas. Detrás de ello veríamos tasas de interés que se estabilizarían en niveles más altos respecto a lo observado en los últimos años.

La tercera apunta al efecto de la mayor riqueza que se deriva de un mercado bursátil que, aunque con vaivenes, sostiene un positivo desempeño. Para entender cómo opera este canal se debe recordar que en EEUU, como en ningún país en el mundo, aproximadamente 15% de la riqueza de las familias está alojada en la bolsa.

En Chile, lamentablemente, la actual coyuntura nos encuentra en las antípodas. Hemos ido restando flexibilidad a la economía, lo que se suma a una productividad estancada y, peor aún, una institucionalidad que pone enormes dificultades para iniciar nuevos proyectos de inversión. Como resultado, si bien el marco de políticas opera de forma efectiva -destacando el trabajo del Banco Central para recuperar los equilibrios macro y controlar la inflación-, nuestras perspectivas de crecimiento de largo plazo son extremadamente pobres.

Entendiendo que éstas últimas se sitúan cerca del 2%, no muy distante del registro de los países avanzados, la brecha de desarrollo con ellos no se irá cerrando, frustrando el que es quizás el mayor sueño movilizador de una economía emergente. Recuperar el dinamismo de la economía implica reconocer en la flexibilidad un valor clave para adaptarse a coyunturas cambiantes, potenciar la productividad y dejarnos de retórica vacía para abordar decididamente la urgencia de elevar la inversión.

Debo confesar que veo con envidia la capacidad de la economía estadounidense para adaptarse y mostrar rendimientos notables. Seguramente a muchos les ocurre lo mismo. Pero como señaló el notable poeta español del siglo XVI Francisco de Quevedo, virtud envidiada es dos veces virtud.

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